Dienstag, 22. April 2014

He encontrado una carta en la red, ¡es preciosa!
 Habla de que recibió un perro y volvia a casa contento porque el perro siempre lo esperaba
 Es de  Francisco Crescimbeni, según he leido.
Me pareción tan bonita,  que pensé que es algo para publicar aunque seguramente ya habéis leido algo así.
Creo que todo el mundo que ha pasado por ello, sabe lo que hay.
Cuando llegó nuestra perra a casa,
 también hicimos las mismas fotos:  de llegada y años después,
y  pasamos por experiencias parecidas, como la de volver felices y rápidos a casa
 porque la echabamos de menos y nos estaba esperando,
y la fiesta o
 la reunión o lo que fuese no era tan divertida y la perra estaba sola.
Hoy nuestra perra tiene 11 años y se comporta como una vieja dama,  con sus manias y sus testarudeces.
 Sí, se ha vuelto un poco testaruda,
que le vamos a hacer,
 a saber como nos volveremos nosotros.
Después de estas minivaciones volveré con un poco más de tiempo.



Saludos y perrunos días








Aquí os dejo la carta.

En abril de 1999 todavía tenía 6 años. No conocía al 90% de la gente que conozco hoy, no sabía nada de lo que sé hoy, y creo que ni siquiera me conocía a mí.

De un día para el otro, tuvimos una perra en casa. Nos revolucionó. Cambió la energía de todo. Ya no era llegar a casa, era llegar y que te hiciera una fiesta, sólo, pero sólo porque llegabas. Era compartir medio colchón. Era tener todas las cosas mordidas y llenas de pelos. Era levantarte del sillón porque quería salir, para abrirle la puerta. Y a los dos minutos volverte a levantar porque quería entrar. No le tenía miedo a nada, salvo a los empleados de Coto a domicilio. Posta. Ni de Carrefour, ni de Jumbo, solo a los empleados de Coto. Misterios que jamás voy a resolver.

Los perros absorben. Absorben todas nuestras miserias, nuestras frustraciones. Nos descargamos con ellos. Y en vez de devolvernos eso, nos quieren. Nos aman. Nos aman sin pedir nada a cambio, más que un poco de comida y que estemos ahí con ellos. Los perros perciben nuestras tristezas, nuestras alegrías y nos devuelven su presencia incondicional.
Nunca, pero nunca en la vida vamos a encontrar el amor de un perro en otro lado. Un perro no entiende de enojo, bronca o resentimiento. Podemos pisarlo sin querer, y en vez de ladrarnos, se va a poner al lado nuestro para que lo acariciemos. Podemos olvidarnos de darle de comer, y no va a estar enojado. Solamente va a tener hambre.

Nosotros vivimos en el tiempo, ellos viven en la eternidad del instante. Eso es, al fin y al cabo, lo único que nos dejan. Mientras la gente deja ropa, joyas, autos, casas, plata, los perros simplemente nos dejan instantes. Y está bien que sea así, porque nos damos cuenta de todo lo que no necesitamos para ser felices.

Pero ella no era mi perra. Era mi hermana.
Yala, te quiero. Y no te fuiste a ningún lado, porque vas a vivir para siempre.
Gracias por la simpleza de tu amor. Y perdón por todo lo que no te pude dar.
7/4/1999 - 27/2/2014

Si tienen un perro, acarícienlo, jueguen, quiéranlo. Son irremplazables, y solo viven para nosotros. Es lo mínimo que podemos darles a cambio.


Keine Kommentare:

Kommentar veröffentlichen